Hasta las seis de la tarde que atracamos en el puerto de Plymouth, pasamos sin pena ni gloria. El mar estaba tan movido que cuando el barco rompía las olas, salpicaba agua hasta el puente más alto (noveno piso). Así que con ese movimiento a Maite no le quedó más opción que estar todo el día acostada sin comer ni beber nada. Los niños han pasado el tiempo vomitando, durmiendo y por fin comiendo algo.
El tiempo se hace larguísimo cuando estás montado en la montaña rusa infantil durante 24 horas.
Al llegar a Plymouth afrontamos uno de los retos que, a priori, nos parecían más difíciles. Conducir 100 km. por la izquierda, por carreteras desconocidas y DE NOCHE. Gracias a Google Maps, y
a nuestra coordinación llegamos sin problemas hasta el último desvío hacia Truro, donde comprobamos que la carretera estaba cortada por un accidente. Google maps dejó de sernos útil, pues tuvimos que coger un desvío por una carretera que no teníamos en nuestro itinerario, aún así llegamos a Truro, pero no encontrábamos la casa rural-granja en la que nos alojaríamos. Preguntamos a una señora, y resultó ser ITALIANA, ¿qué probabilidad habrá de encontrarse con una it
aliana en una calle vacía de un pueblo inglés? Evidentemente no sabía nada de la granja, tampoco una pareja de jovencillos, cuando de repente, ALLÍ ESTABA KITTY (la jefa de estudios de Penair School) que volvía de trabajar. ESO SÍ QUE ES SUERTE. Debe ser nuestro ángel de la guarda.Nos invitó a un té en su casa, miró en internet la dirección de la casa rural y nos guió hasta allí. La casa es una pasada, ya dejé fotos en otra entrada, pero es que el entorno es mejor. Está en una colina rodeada de bosques y praderas típicas de Inglaterra, ¡como en los cuentos!
Nos echamos a dormir después de cenar un poco, dispuestos a afrontar nuestros primeros días en Truro buscando casa para vivir ...
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