DE VUELTA CON LAS PILAS CARGADAS

Ya estamos otra vez en Truro después de cuatro días en nuestra querida Málaga.

No hay nada más reconfortante como sentirse hijo, lo que mi padre con sus atenciones (nos llenó la despensa de ibéricos y similares, nos recoge y nos lleva, me invita a gambas en calle Comisario, compra regalos a los niños... en fin, un lujazo de padre) y mi madre, con sus abrazos y comiditas, consiguen siempre que los veo.

Mis hermanos que siempre encuentran un hueco para vernos me devuelven a la paz de la infancia.

Además poder ir al Mercado de Huelin a comprar fruta fresca y pan de La Curruca, que por aquí no hay nada que se le parezca, me hace sentir en casa.

Mis compañeros del insti que me recibieron con los brazos abiertos,... No sabéis lo que se me alegró el espíritu en esas dos horitas en el Huelin.

Mis amigos José Manuel, Mariló, César y Sensi no se quedaron atrás en atenciones y muestras de cariño.

Y Marta y Carlos que se lo han pasado pipa, dos mañanas en el colegio y todas las tardes con actividades con amigos de Málaga; hasta para ir al cine encontramos un rato.

Y mi Maite, que no hay hija mejor, ha estado con su padre en el hospital todo el día, sólo volvía a casa por la noche. Cuando cada día íbamos a ver al abuelo a la clínica, allí estaban Maite y su padre con una felicidad en la cara que sólo la da, la paz y el sentirse tan querido por tu familia. Le ha hecho masajes, han jugado a las cartas, al ajedrez, se han doctorado en comportamiento animal, gracias a los reportajes de la 2, y sobre todo han compartido la ilusión por una pronta recuperación, que parece que ya se está produciendo. Mucha suerte Sixto con tu recuperación, porque con tu hija ya te tocó la lotería.

Bueno, por hoy ya está bien. Nos vamos de excursión al “Fin de la Tierra”. Ya os contaré.